En su ópera prima, la directora británica Georgia Oakley plantea una historia sobre el despertar político de una dedicada profesora de educación física lesbiana en la Inglaterra de Margaret Thatcher. Blue Jean es una película concisa y poco pretenciosa que nos traslada hasta finales de los años 80 para arrojar luz sobre un vergonzoso episodio -uno de tantos- de la historia del país a través de un poderoso relato íntimo con resonancia social.
Los personajes principales de ‘Blue Jean’
Por las mañanas, Jean (Rosy McEwen) es una discreta y entregada profesora de educación física en un colegio al noreste de Inglaterra. Se considera buena en su trabajo, disfruta de la dinámica de sus clases y los alumnos la quieren y respetan. Al llegar la noche, se deshace del chándal y cambia el silbato por un cigarrillo mientras se dirige al pub lésbico local para bailar o jugar al billar con su novia y sus amigas.
Entre ambos mundos media un muro infranqueable que compartimenta la vida de Jean y le permite moverse a través de dos realidades irreconciliables en un frágil equilibrio que se irá desestabilizando a medida que avanza la película.

Viv (Kerrie Hayes) es la pareja de Jean, una mujer abiertamente lesbiana que vive con orgullo su sexualidad, no se averguenza de su orientación y no está dispuesta a tolerar comportamientos homófobos. Ambas son felices y disfrutan de gran complicidad. Sin embargo, las exigencias de Jean en un entorno social cada vez más hostil con las personas homosexuales darán lugar a las primeras fricciones entre las dos.
La Sección 28 para “prevenir” la homosexualidad
La historia de Blue Jean tiene lugar a finales de los años 80, momento en el cual la sociedad inglesa se encontraba bajo el mandato de la conservadora Margaret Thatcher. Concretamente, en 1988, su gobierno puso en marcha lo que se conoce como Sección 28, una legislación destinada a evitar “la promoción de la homosexualidad”, considerada una “relación familiar simulada”. La medida se aprobó en el marco de la epidemia de pánico colectivo generada en torno al sida y no fue derogada hasta el año 2003.
Con ella, se otorgó legitimidad pública a la homofobia preexistente en la sociedad, se dio cabida a los prejuicios más rancios y se normalizó odiar abiertamente a las personas homosexuales. La película narra las repercusiones de esta legislación en la vida cotidiana a través de los ojos de Jean. Entre la condena oficial al llamado “estilo de vida homosexual” y la resistencia callejera frente a estos ataques a la libertad, Blue Jean muestra cómo el desprecio homófobo emergió a la superficie social para hacerse más real que nunca en las vidas de este grupo de lesbianas al noreste de Inglaterra.
El universo de Jean se viene abajo
Tan solo unos días después de aseverar que “no todo es político” ante la escéptica mirada de Viv, Jean comienza a sentir la presión del debate público, cada vez más explícito, sobre su derecho a una vida libre de violencia. La agitación social producida por la sanción de la Sección 28 comienza a penetrar en su intimidad, tambaleando los cimientos de esos dos mundos que hasta ahora había mantenido en simulada armonía. Pero será la llegada al colegio de una nueva alumna homosexual lo que realmente haga estallar en pedazos el complicado equilibrio que la protagonista intentaba mantener.

Lois (Lucy Halliday) es una chica de quince años de origen humilde y con las cosas bastante claras. Su personaje, que funcionará como catalizador de la crisis identitaria de la protagonista de Blue Jean, representa una nueva generación de lesbianas que no está dispuesta a esconder su orientación sexual porque a la sociedad le haga sentir incómoda.
Pese a sus intentos por pasar desapercibida, su audacia y talento despertarán la envidia de su popular compañera Siobhan (Lydia Page), que comenzará a acosarla ante la vacilante mirada de Jean. Un día, después de los entrenamientos, Siobhan seduce a Lois en los vestuarios para, acto seguido, acusarla de abuso sexual. Jean, que ha presenciado la jugada, se encuentra entre la espada y la pared.
Ante la posibilidad de perder su trabajo y tener que confrontar una parte de su identidad de la que aún no se ha hecho cargo, termina por callar y traicionar a su alumna en un último acto de desesperación por mantener unidos los escombros de un mundo ya derruido. Lois, desacreditada por el homófobo relato de su compañera, se marcha expulsada clamando en vano su inocencia.
La catarsis de la protagonista de ‘Blue Jean’
Este hecho traumático y su cobarde manera de afrontarlo conducen a Jean hacia una espiral de desolación y dudas que la sitúa de lleno frente a las piezas de una identidad en construcción de la que no está muy segura de poder hacerse cargo. El precario equilibrio sobre el que había cimentado su tranquilidad se termina de venir abajo, descubriendo el alto precio personal de la complacencia con la norma heterosexual.
Solo habiendo tocado fondo, la protagonista puede recomponerse. Torpemente y con prudencia, Jean sopesa sus opciones y se enfrenta por primera vez a una realidad a la que había dado la espalda. Ahora, sin muros de por medio, es capaz de ver y comprender el mundo que tiene ante sí.

De hecho, una de las mejores escenas de Blue Jean refleja el momento exacto en el que el personaje se deshace del enorme peso que durante tantos años ha llevado sobre sus hombros. Sucede en la fiesta de cumpleaños de su sobrino, un pretencioso evento en casa de su hermana en el que un amigo de su cuñado pretende seducirla con comentarios machistas. Entre trajes de satén y copas de champán, Jean sale del armario. Un significativo momento de catarsis que termina con la protagonista entre lágrimas y risas, disfrutando por fin de un aire de libertad que contrasta con la atmósfera social opresiva.
Jean se siente a salvo. Es parte de una comunidad de lesbianas que se cuida y se protege y así se lo hace saber a Lois. Es consciente de que no ha podido ser el referente que la joven necesitaba, pero tiene claro que hay otras mujeres dispuestas a serlo y que el grupo respeta el camino que ha de hacer cada una de ellas para encontrarse a gusto en su individualidad.
Un proceso que Blue Jean narra de manera intimista, cercana y apacible. El magnífico trabajo de Georgia Oakley nos permite empatizar con su protagonista, acompañarla en su sufrimiento y sentirnos también parte de esa colectividad de mujeres lesbianas que se apoyan y respetan. Con un gran trabajo de vestuario y una banda sonora que repasa lo mejor del pop de los 80, la película es un acertado y placentero viaje por los estragos de la búsqueda de pertenencia con un final lleno de esperanza y de sororidad.